La otra epidemia

La otra epidemia
La situación económica y de inseguridad genera una escalada en este tipo de padecimientos, pero los mismos especialistas reconocen que no hay una política de salud pública para enfrentarla
Marco Antonio Martínez
El Periódico
25/05/2009

Las alteraciones de los capitalinos a causa del estrés aumentarán. La crisis económica y el crecimiento del desempleo serán factores para ello, pronostica el doctor Alberto López Frías, jefe de psiquiatría comunitaria del hospital Fray Bernardino Álvarez, de la Secretaría de Salud.

“El hecho del desempleo es un factor estresante, va a afectar a cada persona que lo sufra y a la sociedad; entre más problemas económicos y sociales haya, más va a afectar”, advierte el especialista.

“Ese estrés excesivo causa trastornos como la ansiedad y depresión”, explica. Nadie, por su condición social, sexo o edad está exento de la posibilidad de padecer esos síntomas.

Otros agentes estresantes son la sobrepoblación, con la cual conviven más de cerca quienes habitan en un condominio y sufren los gritos y hostilidades de sus vecinos; el exceso de tiempo empleado para trasladarse y los congestionamientos viales.

Además está la violencia cotidiana, que se ve en el Metro en las horas pico, o la generada de parte de los microbuseros y automovilistas dispuestos a agredir a la menor provocación. Ni qué decir de la inseguridad, el miedo a ser asaltado y despojado del fruto del trabajo.

La ruta de la depresión

“Una persona depresiva llega tarde a su trabajo, se ausenta, y la ansiedad la padece cuando tiene tanto miedo e inseguridad que no sale de casa”, expone.

Los malestares causados por la alteración son tanto físicos como psicológicos. Los primeros se muestran como taquicardias, alteraciones en la respiración, sudor excesivo y temblor de las manos, pero también enfermedades gástricas y dermatológicas. Los segundos pasan por las fobias, los pensamientos pesimistas y el temor al futuro.

De ahí a la depresión sólo hay un paso. “La depresión se traduce en bajo ánimo, tristeza, apatía, agotamiento, falta de proyección a futuro, alteraciones de sueño y apetito, y la persona puede incurrir en el aislamiento, abandono de su persona y llegar a la fijación suicida”, apunta López.

La funcionalidad en la vida diaria entonces se interrumpe. La familia, el trabajo, la sociedad y él mismo dejan de importarle al sujeto enfermo. Es cuando necesita tratamiento para recuperarse. Pero no todos los que están enfermos lo saben, y si lo sospechan, no siempre acuden a un especialista. Esa es una de las razones por las cuales se carece de una estadística de cuál es el porcentaje de la población con este tipo de padecimientos.

Por la experiencia diaria del psicólogo, de cada 100 pacientes que se atienden en el hospital Fray Bernardino Álvarez, 10 están deprimidos. De esa población, un porcentaje mayor al 50 por ciento corresponde a mujeres, tal vez porque ellas están más dispuestas a aceptar que necesitan ayuda, y cuidan más su persona.

Pero sin importar si son hombres o mujeres, López pide a quienes sospechen que están perdiendo funcionalidad, acudir a un especialista.

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